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Estamos cansados de elecciones, de discursos repetidos, de
argumentos manidos y estúpidos. Agotados de tantas prepotencias y hartos de nuestra
propia impotencia.
Las elecciones, así, como se nos plantean, no son más que
una excusa para dilapidar dinero, para derrochar energías y defraudar
ilusiones.
En el bar de Emilio recordamos el 15M con una sonrisa en los
labios: el desafío, la acampada, las consignas… El poder de la imaginación.
Ninguno de nosotros estuvo en la Puerta del Sol, pero seguíamos los
acontecimientos con la ingenuidad de quien espera que todo vaya bien, que las
ideas triunfen sobre el dinero, que la ideología deje de ser una palabra.
Unos años después celebramos algunos éxitos y nos
defraudamos con muchas personas. Tiempo después, la asamblea fue trocada por
esta estafa que llaman democracia, y a muchos de los que nos parecieron
íntegros les ha picado el mosquito de la avaricia y la presunción. No roban
dinero, pero defraudan ilusiones. No están en los tribunales, pero deben ser
juzgados con especial dureza por adulterar las ideas.
Cada vez me recuerdan más a la casta que aborrecían. Cada
vez me sugieren más los repetitivos tics de quien no cree en la gente y se paga
a sí mismo.
Lástima de oportunidad perdida. Pena de oportunidad robada.
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