Desde su agujero de poder, la cucaracha madre gritaba que lo estaban haciendo muy bien, que la prosperidad crecía, que a los insectos les iba mejor.
Desde la realidad de su miseria, la inmensa mayoría de seres sentía hambre, Sólo algunos prosperaban, los intocables, los elegidos. Lloraba: a ellos nunca les dejarían jugar en esa selección.
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