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Reaparece Zapatero para dar su apoyo incondicional a Susana
Díaz. Incluso parece abanderar su liderazgo.
Emilio, el camarero, se muestra feliz por ello. Está tan
convencido de que el socialista fue mal presidente, que piensa que cualquier
cosa que él apoye saldrá mal. Y que salga mal algo en el PSOE es un placer,
para él, sólo comparable con que fracasen los Podemo’s boys.
Salta la conversación por ese lado, y Encarna le comenta que
se ande con cuidado, que con tanta lengua suelta como tiene Esperancita y con
tanto facha dentro del PP como empieza a verse en los homenajes a Franco, lo de
Susana dejará de ser un problema para los populares, que tienen el enemigo en
casa.
Emilio le da la razón, ahora que C’s ha dejado de
convencerle. Y es que el lenguaje de exigencia que utilizan y el discurso de “somos
imprescindibles para España” le han ido alejando de los postulados naranjitos.
Yo, que últimamente hablo poco en las tertulias, comento que
se equivoca el PSOE, que no necesita fuerza, sino inteligencia. Inteligencia
para reconducir las cosas, para acercar posturas, para retomar ideologías.
Vamos, justo, justo, lo contrario que representa Susana.
Al final, nos aburre la conversación y nos ponemos a hablar
de los primeros niños que vemos, vestidos de Papá Noel, cantando villancicos.
El aguinaldo disfrazado de tradición extranjera,
colonizadora, con gorro rojo y pompón blanco.
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“Algo adulterado”, dice Encarna.
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“Sí, como el PSOE”, apostillo yo.
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