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Ando catarroso, así que le pido a Emilio, el camarero, un caldo
caliente y un café solo. No me apetecen vinos ni cervezas. Mientras me lo sirve,
recuerdo su etapa “ciudadanos”, ese momento en el que pensaba que los de Rivera
salvarían España y su negocio. España sigue igual, arruinada: llena deparo,
pobreza y desigualdad. Su negocio se mantiene no por los de naranja, sino por
los parroquianos que dejamos los euros en cañas y chatos.
Pienso, también, en la evolución de los de Arrimadas. En
cómo crecieron de la nada, aupados por intereses económicos y por las ganas de
frenar la deriva corrupta en la que galopaba el PP.
Blanqueada la imagen de los populares, la derecha considera
amortizado a Ciudadanos, los elimina, los diluye.
Fueron cuervos. Carroñeros necesarios. Ahora son marionetas
que pactan en Euskadi, que no logran acuerdos satisfactorios en Galicia. Son cuervos
que no volverán a volar porque han perdido los ojos. Sus creadores, sus
criadores, se los han sacado.
¡Cuántos
tontos útiles hay en España esperando a que les saquen los ojos!
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