A mí, majestad, no me tranquiliza que me diga que me entiende quien no comparte mis problemas, quien nunca se ha visto en las mías, quien no sabe de miedos, de facturas, de economía doméstica minuto tras minuto.
No me tranquiliza quien tiene tan cerca la corrupción, la codicia absoluta, el dinero ilegal y oculto.
Su mensaje, majestad, me sonó vacío, agujero de carcoma, hura abandonada.
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