Ponemos en la balanza un gramo de piel de un negro y el cerebro de un racista, y el fiel se decanta del lado de la piel. No por la pigmentación, ni por la densidad, o cualquier otra característica, sino por la ausencia absoluta de materia en la cabeza de los racistas.
¡Y cuántos sigue habiendo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario