He de reconocerlo. Lo que más me ha indignado en toda esta guerra de banderas, es que los que más presumen de la rojigualda, los que nos han invitado a usarla como símbolo de amor y unión a de la patria, son los que no tienen reparo en cambiarla por otra cuando les interesa.
Y los crédulos, dormidos, soñando con la bandera de la Tierra de Jauja.
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