Algunas de las grandes mentiras (o verdades a medias) que nos están contando, tienen que ver con la ley y su imperio de máximo cumplimiento.
La ley, en las democracias, no debe desoír la voluntad de la gente, ni menospreciar a las minorías. Si lo hace, desde luego deja de cumplir con su sentido como ley, para situarse en un plano de esclavización de esas gentes o esas minorías.
La ley que olvida a una parte importante de su pueblo, debe ser discutida y cambiada. Y, si quien ostenta el poder, se niega a escuchar o a actuar, debe ser obedecida.
Ahí ha estado la clave de la evolución y la transformación social durante siglos.
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