Son como niños. Salvo que sus juegos nos estrangulan y amoratan de verdad. |
Y, en un suspiro, descubrió la inocencia de aquel gesto.
Nosotros nos quedamos sin poder suspirar,
pues sabemos que la glotis muere entre sus dedos.
Nosotros renunciamos a su inocencia,
conscientes de que su fuerza anuncia mayor realismo que ficción.
No esconde juego su gesto,
sino dolor en el cuerpo de cada uno de nosotros.
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