Pequeñita, sin darle apenas importancia, aparece en los medios (en algunos, otros ni la recogen siquiera), la aparición de una nueva cuenta del Emérito, en Suiza.
Una deshonestidad que sigue ostentando el rango de Jefe del Estado emérito. Una deshonestidad que se premia dejándole vivir en paraísos de lujo y caprichos. Una deshonestidad que se llama, desde hace siglos, monarquía.
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