Cuando a un mediocre le da por malmeter, el límite sólo está en su propia tontería, así que Pablo casado tiene ese límite muy alto.
Con tal de menospreciar el catalán, se ha inventado el mallorquín, el menorquín, el ibicenco o el formenterés. No es consciente de que ha abierto la Caja de Pandora, que ahora nadie puede negar que, siguiendo su razonamiento, existe el zamorano (y, dentro de él, el benaventano, el torés o el sayagués); que en Albacete se habla el albaceteño, el almanseño, el hellinero y el alcazareño.
Ganas de complicarse la vida. Ganas de dividir, de malmeter...
PP al natural.
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