¡Qué desvergüenza! Parece que no hay manera de acabar con la política sucia, la rastrera, la del amiguismo por encima de todo. Puertas giratorias, chiringuitos... Y una sociedad apática que lo mira todo como si ocurriese a millones de kilómetros de distancia.
Rabia y asco al cincuenta por ciento.
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